Hay un puente que va de la infancia a la madurez. Cada uno lo cruza como puede, del otro lado está el mundo, esperando a los que tienen el coraje de soñar, de correr riesgos para vivir a pleno. El mundo necesita espíritus rebeldes que puedan cambiarlo. Almas que se atrevan a ponerle el pecho a la vida y bandera blanca al corazón.