Todos tenemos un ángel, un guardián que nos protege.
No sabemos que forma adoptará. Un día un anciano, el siguiente una niña.
Pero las apariencias engañan, pueden ser tan fieros como cualquier dragón.
Aún así no están aquí para librar nuestras batallas, sino para susurrarnos que es cosa nuestra, que cada uno de nosotros tiene el poder sobre los mundos que crea.